miércoles, 24 de agosto de 2011

TU MALA CANALLADA (1) PRIMERA




Orgasmo, prensa y poder

Escribe Eloy Jáuregui

La coleguita es ochentera por DNI y noventera por ADN. Suda y exuda al ritmo del bajo electrónico, ecléctico y lujurioso. “Boto mi neura” dice. Ella trabaja en la página política de un diario local. Sabe lo que es corretear a ministros y congresistas. En el Depeche Order, la discoteca del segundo piso del Centro Comercial El Polo, esta noche se celebra el “Chic nigth”, es decir, la noche de la esbeltez y el casticismo. La coleguita está molesta. Daniel Abugattas, el presidente del Congreso, le ha dicho que se actualice. “Qué se ha creído ese imbécil. Ni mi viejo”, dice y apura su trago escarchado y azul. Al antro asisten damas de galanura y estilo. Alcanzo a leer en la puerta: “Ingreso libre para ellas hasta las 12 AM solo con lista”. Ella estaba en mi lista.


El berrinche de la coleguita no se calmó ni el Día Internacional del Orgasmo Femenino celebrado esta semana entre aullidos y patadas a la luna. Andaba convulsa y alborotada. De la intimidad de las periodistas no hablo, cierto. Es impropio incluso ahora que las mujeres van empoderadas. Milagros Leiva de El Comercio –que está en su mejor momento—le había preguntado a Daniel Abugattas que cómo se tragaba a la prensa. El barbado congresista respondió: “El Congreso tiene que retomar el lugar que ha perdido y el mejor camino no son los periodistas. El Congreso es la institución más desprestigiada del país y ustedes ya tienen un prejuicio: al Congreso hay que darle, chancarlo”. Leiva lo hincó nuevamente: “Entonces nos está ‘choteando’...” Abugattas se computó Markarián: “No los estoy ‘choteando’. Pongámoslo en términos de fútbol, eres un jugador más, pero estás sentado en la banca. Con ustedes no puedo ganar el partido (…) Leiva que es de Huancayo le espetó: “Me preocupa que el presidente del Congreso deteste a la prensa”. Abugattas se achoró: “No solamente el presidente, pregunta lo que piensa el pueblo. Fin del interrogatorio.

Lo cosa está que arde. El maestro del periodismo peruano, Manuel Jesús Orbegozo, que está delicado e internado en Neoplásicas junto con “Veguita”, una vez me dijo que el periodista no tiene patente de corso: “apenas es un hombre con profesión y otros, solo con oficio”. Yo repetiré lo que escribió de él nuestro recordado Luis Jaime Cisneros: “Orbegozo es testigo del mundo, soldado de la noticia, heraldo de la verdad. (…)Lo he visto y oído en viajes inesperados, unas veces en excursiones sigilosamente proyectadas con seria intención informativa. E informar es una misión muy singular, cuya verdadera dimensión depende de la calidad del informante y de la significación de la noticia”. El periodista así, no es policía ni juez, ni fiscal ni verdugo, apenas un ser humano que trabaja con la verdad.


Pero desde Fujimori el periodista se convirtió en un personaje endiosado por los gobernantes. Las ‘geishas’, Olaya, Bresani y otros especímenes de la prensa, reciclados, pasaron así a engrosar la oligarquía mediática existente en el mundo con descarados intereses de las derechas cavernarias. Bueno fuese que conozcan a Federico More, Gay Talese o a Ryszard Kapuscinski. Ni en pelea de perros. Si es cierto que el periodista es lo más alejado del poder, aquello no quiere decir que no tenga relaciones con él. Pero es una composición asimétrica. De fiscalización y servicio. De responsabilidad y comedimiento al interés público.


Conozco a los periodistas que hoy trabajan en torno al gobierno de Ollanta Humala. Es gente proba, jóvenes con experiencia, alejados de las taras del periodismo de chinganas, mermeladas y chantajes. Qué bueno. Y el estilo de este gobierno, con apenas 20 días exige un modelo de prensa distinta a la que trabajo en la década putrefacta del fujimontesinismo que inventó los trascendidos, el “ampay”, el achicamiento prosódico. Vamos que comparto especial laborales con periodistas integrales. Saben de la pirámide invertida y de redes sociales. De la información convertida en conocimiento y lo mío. Ese arte de vincular literatura y prensa. Ello me convence que seremos mejores cada día.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos dice: “La libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho fundamental e inalienable, inherente a todas las personas. Es, además, un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática”. Qué más. Que frente a esos preceptos, el trabajo del periodista hoy más que nunca necesita de responsabilidad y respeto. Privilegiar los espacios, los del poder y los de la profesión. Pero la norma más importante es la del respeto a la opinión pública.


Entonces, cuando se instala la medianoche en la “disco” y el sitio era trajinado por aromas del perfume fachoso, la agitación hormonal, las pelvis amotinadas, el seso a punto del estallido, la coleguita me dijo: “Acompáñame que te voy a enseñar lo último de la pirámide pervertida”. Obvio. Me quedé en la barra.