lunes, 11 de mayo de 2009

AQUÍ EMPIEZA NUESTRA HISTORIA / Tobias Wolff


UN CARVER MEJORADO
Por Alejandro Gándara [*]

Digna de mención (y de salutación) es la publicación en Alfaguara de los casi cuentos completos de Tobias Wolff: “'Aquí empieza nuestra historia”, traducidos por Mariano Antolín Rato. Es una compilación algo rara, realizada por el propio autor, de la que han desaparecido algunos cuentos emblemáticos y prodigiosos, y hacen aparición un puñado de relatos nuevos que, en mi opinión, ni quitan ni ponen. (Portentoso es que el título del volumen lleve el de uno de los memorables cuentos de Wolff y que paradójicamente no haya sido incluido).

Tobias Wolff


Bueno, el caso es que cada cual hace con su obra lo que le da la gana, y que asombros aparte estos son un buen montón de relatos del probablemente (como dirían los publicitarios), junto a Richard Ford, mejor autor del género en estos momentos, en lo que se refiere a lengua inglesa: yo diría en lo que se refiere a todas, pero es preferible no abusar de los asertos, pues la boca se calienta.

Sin calentamiento alguno, he de decir que Wolff siempre me ha parecido mejor que Carver, sin desdeñar, ni mucho menos, a este último. Pero lo cierto es que nunca he podido desprenderme de la atmósfera efectista que envuelve las peripecias de los relatos de Carver y de sus finales cortados a cuchillo, cuyas sugerencias se arriesgan a veces a la nimiedad (aunque suelen superarla).


Y, a propósito de Carver, supongo que están enterados del pequeño escándalo que armó el crítico D. T. Max, del New York Times, al demostrar que una buena porción de los cuentos de Carver había sido retocada y rematada de forma harto sensible por su editor Gordon Lish, hasta el punto de que el denominado 'estilo Carver' debería pasar a denominarse 'estilo Lish'. Además, al parecer, Alessandro Baricco leyó el artículo durante una estancia en New York y se dedicó a investigar por su cuenta, resultando que, revisando papeles y correspondencias en la Biblioteca de Bloomington, se quedó pasmado de la veracidad e incluso cortedad de los datos y argumentos aportados por D. T. Max.



Raymond Carver



En fin, sin nuestro editor no somos nada. Aunque a mí me da igual que fuera Carver o una suegra suya quien escribiera esos magníficos relatos. Sospecho que el editor Lish tampoco hubiera sido capaz de escribirlos a solas en su soledad. Así es la vida: una forzosa y a ratos tierna complementariedad.


[*] Tomado de elmundo.es / Mayo 2009